El lunes, el peso cubano marcó un nuevo récord negativo en el mercado informal, al cambiarse a 400 por dólar. La caída coincide con el avance de la dolarización parcial impulsada por el gobierno, lo que ha generado mayor tensión social en un contexto de escasez de alimentos, inflación descontrolada y deterioro de los servicios públicos.
El Ejecutivo, que depende en gran medida de las importaciones, atribuye la crisis a las sanciones de Estados Unidos que restringen el ingreso de divisas. Sin embargo, economistas y críticos apuntan a la lenta y limitada reforma del sistema económico como otro factor clave.
En diciembre, el primer ministro Manuel Marrero defendió la dolarización parcial como una medida para captar los dólares que circulan dentro del país, reemplazando el peso en la compra de ciertos bienes y servicios.
De acuerdo con el rastreador independiente El Toque, con sede en Miami, el peso se ha devaluado cerca de un 25 % en lo que va de año. En enero, el dólar se cotizaba a 305 pesos, y en 2021 —cuando se empezó a medir oficialmente su valor en el mercado informal— rondaba los 40 pesos.
El debilitamiento de la moneda ha ido de la mano con la apertura de comercios que venden exclusivamente en divisas, aceptando efectivo en moneda extranjera, tarjetas internacionales o tarjetas en dólares emitidas por el Estado. Estas formas de pago se han expandido también al turismo, el comercio mayorista y el pago de aranceles aduaneros.
Creciente desigualdad
El propio gobierno ha reconocido que la dolarización y la inflación han incrementado la brecha social. Alrededor del 40 % de la población no recibe remesas ni cuenta con acceso a divisas, y sus salarios o pensiones en pesos no cubren las necesidades más básicas.
“Para enfrentar la situación económica hemos tenido que aceptar la dolarización parcial”, declaró el presidente Miguel Díaz-Canel ante la Asamblea Nacional. “Esto beneficia a quienes tienen capital o reciben remesas, lo que amplía la desigualdad social”.
Actualmente, el Estado mantiene una tasa de cambio oficial de 24 pesos por dólar y otra “discrecional” de 120, usada en operaciones con turistas y para fijar precios de productos y servicios subsidiados. No obstante, el sector privado —que depende en gran parte de importaciones— no puede acceder a divisas oficiales y utiliza la tasa del mercado informal para calcular sus precios.
Mientras tanto, en las calles de La Habana, la realidad es dura para muchos. “Aquí casi todo se paga en dólares. El peso cubano no sirve para comprar comida ni casi nada… y yo no tengo un solo dólar”, lamentó la jubilada Freddy Portillo, con una pensión de 1.500 pesos, mientras recorría una zona comercial en el casco histórico.
